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“Más de 300 millones de personas sufren estas afecciones en el mundo, de las cuales más de 1 millón terminan en muerte, en su mayoría causadas por el virus de la hepatitis B y C”, expuso el hepatólogo Javier Mora, colaborador externo de IECED.

El 95% de los infectados desconocen que tienen estas enfermedades, incluso pueden pasar varios años antes de ser diagnosticadas

¿Pero qué es la hepatitis?

Tal como su origen lo indica (hepa= hígado, itis=inflamación), es la inflamación del hígado. Ésta puede ser aguda o crónica (pasado los 6 meses), dependiendo de la causa de la misma, las cuales pueden provocar una mala función del hígado. Es decir, a groso modo, afectar su misión de desintoxicar la sangre, metabolizar los carbohidratos y las proteínas, evitar hemorragias a través de un proceso de coagulación y almacenar ciertas vitaminas del cuerpo, entre otras funciones.

Ante esta realidad y, debido a que la mayoría de personas infectadas desconocen que tienen estas enfermedades, en el 2010 la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció el 28 de julio como el día mundial contra la Hepatitis, en honor al natalicio del científico norteamericano Samuel Blumberg, ganador del premio Nobel de Medicina, quien descubrió el virus de la hepatitis B.

Las hepatitis virales se clasifican con las letras del abecedario y han sido bautizadas cronológicamente en el orden que fueron descubiertas. De ahí que son de tipo A, B, C, D y E. Estas inflamaciones pueden provocar desde una mala función del hígado hasta una insuficiencia hepática grave como cirrosis y cáncer. Y, a diferencia de lo sucedido con Marcos, no todas generan síntomas de alertas, debido a que algunas son silenciosas.

La más común: la VHA

La más conocida es la hepatitis A (VHA), debido a que es uno de los virus más frecuentes. Su transmisión es fecal-oral, es decir, provocada por el consumo de alimentos y/o líquidos contaminados con heces de una persona con VHA. Su reconocimiento es más fácil, debido a que se produce una infección con malestares como: dolor de barriga, diarrea, fiebre y, en algunos casos, coloración amarilla en la piel (ictericia).

Este tipo de hepatitis se presenta con más frecuencia en niños, pero con esto no se descarta que le pueda dar a un adulto, aunque con menor frecuencia y mayor dificultad. De acuerdo a los expertos consultados, la mayoría de la población ha tenido Hepatitis A, y su ventaja es que es autolimitado y tiene autorrecuperación. Es decir, el mismo organismo es el encargado de eliminar el virus sin tratamiento. Además, se cuenta con vacuna.

Su desventaja es que, mientras más edad tenga la persona contagiada, mayor es el riesgo de desarrollar insuficiencia hepática. Por eso, es importante que los adultos mayores se realicen la prueba de sangre periódicamente para descartar cualquier contagio de este o cualquiera de los otros virus.

Por otro lado, tenemos el virus de la hepatitis B (VHB), que se divide en hepatitis aguda y hepatitis crónica. La primera es eliminada por el mismo cuerpo (al igual que el VHA), por lo que no presenta mayor riesgo para el paciente. Sin embargo, la segunda es considerada la más agresiva de todas, debido a que persiste toda la vida.

La hepatitis B crónica se presenta pasado los 6 meses, y es más fácil de contraerla (como el VIH), ya sea por fluidos como la sangre, semen u otro líquido de una persona infectada, sobre todo, durante relaciones sexuales sin protección. También se puede adquirir a través de trasfusiones sanguíneas poco confiables, al reusar agujas, al manipular inadecuadamente los desechos médicos y durante el parto por infección vertical (de madre a hijo), entre otras causas.

En este último caso, se recomienda que toda embarazada se realice los exámenes correspondientes para descartar o no su presencia, y así tomar las medidas necesarias para evitar el contagio al neonato.

En ambos tipos de hepatitis B (VHB), la persona puede sentirse como si tuviera una gripe común. En otros casos, puede presentar ictericia (coloración amarilla en la piel y los ojos), orina de color oscura y deposiciones pálidas. Sin embargo, no todos presentan síntomas y la única forma de detectarse es con exámenes de sangre.

“El 57% de pacientes con cirrosis y el 60% de personas con cáncer de hígado (hepatocarcinoma) adquirieron estas enfermedades por causa del virus de la hepatitis B o C (el más crónico)”, indica el Dr. Mora.

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), “se estima que hay 257 millones de personas con infección crónica por el virus de la hepatitis B (definidas como positiva al antígeno de superficie del virus de la hepatitis B)”, de los cuales 887.000 murieron en el 2015, en su mayoría, debido a sus complicaciones (incluida la cirrosis y el carcinoma hepatocelular o cáncer).

La ventaja es que el 95% de los casos de pacientes con VHB se resuelven. En otras palabras, al igual que el VHA, el organismo se encarga de eliminar el virus, con el recuerdo que alguna vez tuvo hepatitis B.

Sin embargo, es importante considerar que el 5% de los pacientes con VHB aguda van hacia la cronicidad. Es decir, que cuando la inflamación en el hígado provocada por este virus se prolonga por más de 6 meses, aumenta el riesgo de fibrosos, cirrosis e incluso podría terminar en un cáncer de hígado, aumentado así las insuficiencias hepáticas.

“Actualmente existe una vacuna contra el virus de la hepatitis B y su efectividad es del 95%”, menciona Mora. Por lo que, aconseja a que todos se vacunen para prevenir el contagio del VHB, en especial aquellos que se exponen a la trasmisión, como es el caso del personal que labora en centros médicos.

La más silenciosa

La hepatitis C (VHC), es la más silenciosa de todas. Es que, es un virus asintomático (no da síntomas), y es la mayor razón por la que el 80% de los pacientes van hacia la cronicidad. Esto se debe a que los pacientes desconocen que la padecen y, cuando es diagnosticada tarde, es más difícil tratar el caso.

A diferencia de la hepatitis B, donde la mayoría se cura; la hepatitis C es todo lo contrario. La mayor parte de las personas infectadas van hacia la cronicidad y solo un pequeño porcentaje de pacientes se cura, provocando mayor riesgo de cirrosis y cáncer de hígado.

Su contagio se da de diferentes formas, entre ellas: el intercambio de jeringas entre personas que usan drogas intravenosas, al compartir utensilios personales como rasuradoras, el uso de la misma aguja en lugares donde tatúan o algún tipo de herramienta que pueda causar lesión en la piel. También se puede adquirir por la poca higiene durante procedimientos invasivos (como cirugías complicadas) y a través de transfusiones sanguíneas. En este último punto se hace énfasis, debido a que las personas que recibieron sangre antes de 1990, año en el que se descubrió el virus, tienen mayor riesgo de haberla contraído, puesto que previo a esa fecha no se examinaba la sangre para detectar el virus de la hepatitis C.

A pesar de ello, es importante resaltar que el VHC tiene baja incidencia de transmisión por relaciones sexuales, a diferencia del VHB en donde es muy común el contagio.

Sin la una, no existe la otra

El virus de la hepatitis D (VHD) tiene mucha cercanía con el virus de hepatitis B (VHB), puesto que el paciente primero debe haber contraído este virus, para luego infectarse con el VHD, de manera simultánea o con sobreinfección. Es decir, el uno necesita del otro, motivo por el cual son consideradas infecciones más severas.

De acuerdo a la OMS, cuando esto sucede, “se considera la forma más grave de hepatitis vírica crónica, dada por su progresión más rápida hacia el carcinoma hepatocelular y la muerte por fallas hepáticas… Y al menos un 5% de las personas con infección crónica por el VHB también están infectadas por el VHD, lo que significa unos 15 a 20 millones de infectados por el VHD”. Sin embargo, esta estimación mundial no es exacta, dado que muchos países no aportan datos sobre la prevalencia del VHD.

A pesar de ello, es posible combatirla a tiempo con la vacuna de la hepatitis B, que también protege al organismo de la hepatitis D.

Se focaliza en Asia

El virus de la hepatitis E (VHE), en algunos casos, suele se autolimitada, pero en otros puede ser fulminante causando muertes por insuficiencia hepática aguda. Ésta es más frecuente en países con escasos recursos y acceso limitado a servicios esenciales de suministro de aguas, saneamiento, higiene y salud.

Los brotes de la infección se producen tras la contaminación fecal de las fuentes de agua de consumo humano y pueden afectar a varios cientos o miles de personas. Según datos de la OMS, en el año 2015, esta infección ocasionó aproximadamente 44.000 defunciones (lo que representa el 3,3% de la mortalidad debida a una hepatitis vírica).

Si bien es cierto, la VHE afecta a personas de todas las partes del mundo, ésta tiene una mayor prevalencia en Asia Oriental y Meridional. Y, a pesar de que existe una vacuna capaz de prevenirla; solo está autorizada y disponible en su país de producción: China.

Para reconocerla, en su fase inicial se presenta fiebre leve, disminución del apetito (anorexia), náuseas y vómitos, aunque por pocos días; algunas personas pueden tener también dolor abdominal, prurito (sin lesiones cutáneas), erupciones cutáneas, o dolores articulares. También se puede presentar ictericia (coloración amarillenta de la piel y la esclerótica de los ojos) con orinas oscuras y heces claras, y un ligero aumento del tamaño del hígado (hepatomegalia), con dolor a la palpación.

No a la discriminación

Ante todo esto, es importante enfatizar y tener muy en cuenta que ninguna de las hepatitis virales se contagia por vía aérea (por ejemplo, al estornudar), tampoco por dar la mano, al abrazarse, ni a través de la lactancia materna. La mejor manera de combatirlas es informándose y educándose al respecto, sin discriminar.

En general, las hepatitis virales no precisan de un tratamiento exacto, ya que en cada caso se debe observar cómo reaccionan los anticuerpos frente a la infección. Por ello, hay que tener al paciente bajo vigilancia médica incluso luego de los 6 meses, ya que después de este tiempo se puede convertir en una hepatitis crónica y se debe aplicar otras medidas para erradicar la infección.

Esfuerzos por erradicarlas

Actualmente existen programas de trabajo para erradicar esta enfermedad del mundo, tal como lo hace la organización internacional no gubernamental World Hepatitis Alliance, que a lo largo de la última década ha liderado la iniciativa de la defensa y sensibilización para la eliminación de las hepatitis virales.

“Todos los países del mundo se han comprometido a eliminar la hepatitis viral para el 2030. Pero aún nos hace falta una pieza crucial en este rompecabezas, descubrir a esas personas que desconocen que tienen hepatitis e incluirlas en el cuidado y tratamiento de la enfermedad”, recalca Raquel Peck, directora ejecutiva de la World Hepatitis Alliance.

Esta organización ha iniciado un plan en el cual se ha establecido como meta encontrar en los próximos años a esos millones de personas que aún no saben que tienen hepatitis. “El programa está destinado a ayudar a los países a alcanzar el objetivo global de diagnosticar al 30% de las personas infectadas para el 2020 y al 95 % para el 2030”, afirma Raquel Peck.

Para lograr este objetivo, el World Hepatitis Alliance, lanzará una campaña global para concienciar e influir en las políticas de la realización de pruebas nacionales, además de animar a la población a que se hagan el diagnóstico y se conviertan parte del proceso para encontrar a las personas infectadas.

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